:: Esposo vs. esposa, y el ganador es... ::
El jueves pasado mi esposo me dio la noticia de que iríamos a dormir a una cabaña el fin de semana con mi familia, ¡ya había confirmado todo!
Es una idea que en cualquier momento me hubiera encantado pero ¡fue todo tan rápido! Ya teníamos un compromiso al que tenía muchas ganas de ir, varios pendientes del trabajo y, para ser sincera, yo me había visualizado en casa descansando el fin de semana.
Como se imaginarán mis hijos y mi marido estaban fascinados con la idea de salir al campo, así que lo mejor que podíamos hacer era buscar una negociación con la que todos estuviéramos satisfechos.
El acuerdo final fue que organizaríamos el tiempo para alcanzar a hacer todo: el trabajo, los amigos y finalmente, el campamento.
No crean que yo era la más feliz. ¡No me ponía muy contenta el pensar en hacer maletas, organizar comida y todo lo que lleva dormir fuera de casa con hijos pequeños aunque sea sólo un día! Pero la verdad es que decidí cambiar mi actitud, hacer el esfuerzo y ceder por el bien de todos...
Ceder, ceder... Es de esas palabras que escuchamos siempre cuando nos referimos al matrimonio, y es de esas cosas que en la práctica no son nada sencillas.
Cuando decidimos casarnos, dejamos de ser un “yo” o un “tú” y nos convertimos en un “nosotros”. Esto no quiere decir que perdimos nuestra identidad o que dejamos de querernos a nosotros mismos, si no que desde ese momento somos un equipo, estamos formando una nueva familia y que para lograrlo es necesario llegar a acuerdos que, aunque no sean siempre lo que “yo quiero”, dan un bien mayor para todos.
Vivimos a diario situaciones en las que tenemos la oportunidad de ser flexibles y abiertos para escuchar lo que piensa nuestr@ espos@ sobre algún punto y lograr llegar juntos a un acuerdo.
No nos cuesta nada ceder en aquellas cosas que no comprometen nuestra integridad, no nos afectan en nada importante y lo mejor es que: ¡son esos pequeños detalles los que nos llevan a ser un mejor matrimonio!
¿Para qué llevar la contraria? Si yo amo a mi espos@, si sé que estamos juntos y conozco algo que le molesta, no me hace menos fuerte el evitarlo, al contrario ¡hacerlo es una forma de demostrarle cuánto lo amo!
Muchas veces queremos aferrarnos a alguna idea con tal de “ganar” una discusión con nuestra pareja y, cuando nos calmamos, nos damos cuenta que la razón por la que empezó el problema ni siquiera era importante y que ya hicimos una gran revolución en nuestro hogar.
¡Escojamos nuestras batallas! Es impresionante como discutimos y discutimos por cuestiones sin sentido. No digo que tengamos que estar de acuerdo en todo, ¡eso sí que sería muy aburrido! Me refiero a que estemos dispuestos a escuchar los argumentos del otro y juntos tener una nueva forma de pensar.
No dejemos que nuestro orgullo gané, no es esencial tener la razón. ¿Cuántas veces llevamos casi un marcador en donde estamos en equipos contrarios con nuestra pareja?
Vemos nuestro matrimonio como si tratara de un gran partido de fútbol en el queremos ganar a toda costa: “Yo trabajé todo el día” “Pero yo cuide a los niños” “Y yo cambié el último pañal” “Pues hace dos años yo fui a la fiesta de tu mamá”...
Lo peor es que al final de todo nos damos cuenta que realmente no hay un equipo triunfador y sólo ganamos problemas y dolores de cabeza.
Yo elegí a mi espos@, yo decidí casarme y tener una vida juntos, y debo ser también yo quien, por decisión propia, ceda en ciertos aspectos esperando algo mejor para todos.
Recuerda: vale mucho más tener paz que tener la razón.
Paola Gutiérrez
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