:: Agradecidos ¡y felices! ::
La semana pasada llegó el día tan esperado por las mamás, mucho más que por los niños o las maestras: ¡el regreso a clases! ¡Amo a mis hijos y adoro tenerlos en casa! Pero ellos mismos disfrutan el tener sus actividades, su espacio.
Son esos días que nuestros hijos ya nos pedían con sus múltiples travesuras y que son necesarios para toda familia: ese regreso a la rutina que, aunque nos quejamos de ella, nos da orden y estructura.
Fueron esas mañanas, o más bien madrugadas, en las que nuestro Facebook y nuestro Instagram se llenaron de fotos de niños felices en uniformes impecables, listos para empezar una nueva aventura.
Y entre todo este “boom” en redes sociales sobre el inicio de clases, encontré una imagen que me llamó la atención: un niño con una canasta llena de frituras en bolsas para vender, viendo con tristeza a través del barandal de un puente peatonal unas filas de niños formados en el patio de un colegio.
Acompañaba a esta foto un texto que decía algo así: “Hoy empiezan un ciclo escolar muchos niños. Ayudémosles a valorar que ellos tienen esa hermosa oportunidad, ya que existen otros niños que sólo pueden soñar con ir a clases mientras trabajan para ayudar a mantener a su familia.”
La foto me llenó de melancolía y, la realidad, es que me quitó bastante el sentimentalismo que tenía de ver lo rápido que están creciendo mis hijos y lo cambió por un profundo agradecimiento. Agradecer por tener la oportunidad de verlos comenzar este nuevo curso, por estar con ellos, por poder seguirles enseñando, por ese regalo de que van a la escuela...
¡Tenemos tantas bendiciones todos los días! Pero la mayor parte del tiempo no nos damos cuenta, damos por sentado todo lo que poseemos: desde cosas tan sencillas como el tener una cama donde dormir, un trabajo, una regadera para bañarnos, la oportunidad de ir al súper y encontrar una gran cantidad de artículos que en otros países son inimaginables... ¡Hasta lo más importante que tenemos a nuestro lado: nuestr@ espos@, nuestros hijos, la familia, los amigos!
Vivimos creyendo que sólo nuestras familias están llenas de problemas, que las de los demás son maravillosas pero la verdad es que no existe vida perfecta ni sin complicaciones. Cuando cambiamos nuestra actitud, ¡nos damos cuenta de que la vida es tan hermosa!
El vivir agradecidos es un esfuerzo continuo, es aprender una nueva forma de llevar nuestra vida, ser felices aunque no suceda nada extraordinario, ¡es valorar todas esas cosas buenas que tenemos!
Ser positivos, evitar la queja, ver lo mejor en las demás personas y situaciones... ¡Son estas cosas tan sencillas las que pueden cambiar nuestro día y nuestra vida!
¡Agradezcamos ese tiradero que significa que tenemos hijos en casa, esos platos por lavar que representan que tuvimos una buena comida, ese trabajo que no nos encanta pero que nos da dinero para mantenernos y darnos gustos!
No importa la situación que estemos pasando, por más difícil que ésta sea, si nos detenemos a analizar un poco encontraremos algo bueno, algo que le dé luz a nuestro camino.
¡Seamos también agradecid@s con nuestra pareja! No ver las cosas que hace por nosotros como su obligación, si no apreciar el esfuerzo, ver el amor en sus acciones. Y sobretodo, enfocarnos más en lo positivo que tiene, en esas virtudes que nos hicieron enamorarnos y dejar a un lado lo que nos molesta.
Por supuesto que habrá días malos, días en los que es muy difícil sentirnos positivos, ¡pero no podemos desanimarnos! Un día malo no quiere decir que tengamos una mala vida.
Aprovechemos este inicio de año escolar para aprender a ver lo bueno en nuestra vida y motivemos a nuestros hijos para hacer lo mismo.
Les dejó algo para reflexionar: ¿qué pasaría si hoy despertáramos sólo con las cosas que valoramos y agradecimos el día de ayer?
Paola Gutiérrez
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