:: ¿Lo dijiste? ¡Cúmplelo! ::
En las vacaciones, con los niños en casa todo el día, estuvimos buscando actividades para disfrutar con ellos.
Uno de esos días, habíamos planeado una salida con unos amiguitos a un lugar lleno de juegos. Mis tres hijos estaban muy emocionados con la idea y contaban las horas para irnos.
El problema comenzó cuando uno de ellos decidió que no quería ni probar la comida. Después de hablar con él por las buenas, perder un poco la paciencia, dar varias órdenes y regaños le dije: “Si no comes, no vas con nosotros”.
No insistí más, dejé su plato en la mesa y él siguió jugando. A la hora de irnos, mi hijo fue el primero en estar listo.
Con todo el dolor de mi corazón, un gran berrinche y sintiéndome la peor mamá del mundo, tuve que dejarlo en casa...
¡Es tan difícil cumplir lo que decimos! Y más cuando se trata de nuestros hijos, cuando estamos aprendiendo a ser padres y una tierna mirada de ese pequeño nos hace querer darle todo sin importar nada.
A través de nuestro ejemplo, nuestros hijos aprenden a decir la verdad, a que si algo se dice es porque lo vamos a hacer; a actuar sin mentiras y sin fingir.
Enseñar a nuestros hijos a hablar con la verdad nos ayuda a entenderlos mejor, a conocerlos, a crear entre nosotros una relación de mayor confianza.
Nuestras palabras son tan poderosas, es la forma en la que expresamos todo lo que pensamos y sentimos. Una vez que salen de nosotros, no podemos recuperarlas.
Si ahora que los estamos educando dejamos a un lado lo que es realmente importante: su formación, cuando crezcan nos arrepentiremos y será mucho más difícil poder guiarlos.
A veces en nuestra desesperación por conseguir que nos obedezcan, comenzamos a decir cosas que sabemos no vamos a cumplir, y eso nos quita credibilidad ante nuestros hijos. ¡Pensemos bien antes de decir algo, que sean acciones factibles las que les digamos!
¡Cumplamos premios aunque estemos cansados! ¡Seamos congruentes con las consecuencias que se necesitan y que forman a nuestros hijos!
Valoremos cuando nuestros hijos nos hablan con la verdad, cuando son capaces de enfrentar una consecuencia y son sinceros. ¡Hagámosles saber que es un gran paso el no decir mentiras!
Apliquemos también esto a nuestro matrimonio: cumplir a nuestro espos@ cuando nos comprometemos a hacer o no hacer, alguna cosa; ser honestos, no fallar a su confianza con “mentiras piadosas”, pero sobretodo ¡cumplir las promesas que hicimos el día de nuestra boda!
Seamos sinceros con nosotros mismos y en nuestras relaciones con los demás, que haya coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Valoremos la confianza que tienen en nosotros los que nos rodean.
Recuerda, una sola mentira descubierta es suficiente para cuestionar todas tus verdades.
Paola Gutiérrez
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