:: Soy mamá, soy esposa, ¡¡¡soy una señora!!! ::
Hoy me di cuenta que soy una señora. ¿En qué momento una deja de parecer una jovencita universitaria y se convierte en una señora, ama de casa hecha y derecha? ¿En qué momento la gente te ve merecedora de nombrarte SEÑORA? ¡Qué fuerte! Creo que es gran responsabilidad, soy ejemplo no sólo para mis hijos, también de los otros niños, adolescentes y jóvenes que conviven con ellos. Los adultos estamos siempre en el ojo de todos aquellos que están a nuestro alrededor aprendiendo a crecer. ¡Súper fuerte! A veces me resulta tan difícil ser mamá… Es demandante. Me demanda tiempo, esfuerzo, energía; pero sobre todo me exige el ser mejor, el dar más de mí. No hay cabida para ser perezosa, para ser egoísta; no se vale perder la cabeza, ni despotricar; hay que ser prudentes al corregir y al hacer opiniones de los demás, tengo que cuidarme de no hablar de más y también tener paciencia y sabiduría para hablarles a su nivel y ayudarlos a descubrir el mundo. Nunca mentirles, nunca pegarles, nunca insultarles… ¡Caramba! Me saturo. Me exijo. Discuto con mi marido. Por lo general, por las mismas cosas de siempre. Les damos vuelta, una y otra vez. Yo creo que tengo la razón, y él cree que la verdad está de su lado. Entonces, ¿cómo ponerse de acuerdo? En algunas cosas cedemos más fácilmente que en otras, pero en las que realmente nos importan, y no se logra un acuerdo mutuo, ¿qué se hace? Las dejamos pasar…. Y ahí se quedan, y después de un tiempo, regresan. Pero, ¿por qué no me entiende cuando le explico que es algo que me molesta y me gustaría que no volviera a pasar? ¿Y por qué yo no entiendo que esa forma de hablarle lo ofende y lo lastima? ¿Por qué lo volvemos a hacer si estamos hiriendo a la persona que más queremos? De verdad que la vida es un ir y venir constante. De pronto un día nos convencemos de que estamos haciendo mal las cosas, nos damos cuenta de los errores que cometemos y nos proponemos firmemente el cambiar, el no volver a fallarle así a los demás y a nosotros mismos. Y luego, por un tiempo todo va bien; nos sentimos inspirados, motivados, y estamos felices y orgullosos porque ¡SÍ podemos ser diferentes! ¿Y qué pasa en un mal día? Todo nuestro esfuerzo, nuestras motivaciones se vienen abajo, nos sentimos derrotados porque volvimos a fallar. Y así nos vamos, para levantarnos de nuevo nos tenemos que volver a inspirar de muchas maneras y así demostrarnos que nada es imposible si vamos de la mano de Dios. Y decir hoy, más que nunca: “Tranquila mujer, vamos viviendo UN DIA A LA VEZ….”