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:: Santos en jeans ::


Buscando en internet encontré un escrito que dice: “Necesitamos santos sin velo, santos con jeans y tenis. Santos que vayan al cine y escuchen música…” Creí que esto era un escrito del Papa Francisco pero al investigar, no se sabe a ciencia cierta quién es el autor. De cualquier forma, coincido con lo que dice este párrafo: necesitamos saber que los santos no solamente están en los altares, no son las personas perfectas que vivieron y murieron hace miles de años. Necesitamos saber que los santos también son de “nuestros tiempos” y están o han estado al lado nuestro. Yo tuve la gracia de conocer a una de estas personas. Una de ésas que usaba jeans y tenis, una que se enojaba, que gritaba, que tenía miedo, pero una santa que nunca olvidó sonreír porque sabía que Dios estaba con ella siempre. Todos hemos escuchado historias sobre el dolor y el sufrimiento. Yo quiero platicarles la historia de una santa (al menos para mí y sé que para muchos de los que la conocieron) que es sobre amor, sonrisas, fe, coraje, paciencia, amistad, pero sobre todo, una historia llena de Dios. Esta santa fue como tú y yo, tenía cosas que hacer todos los días, tenía obligaciones y tareas, obedecía a sus papás y a sus maestros. ¿Cuántas veces nos hemos quejado de lo cansado que estamos de nuestras obligaciones? Pues imagínate que ella lo hacía junto con el dolor, sintiéndose mal, cansada de quimioterapias. Ella luchaba día a día, hizo lo que debía hacer ¡y siempre con una gran sonrisa en su cara! Esta santa también fue hermana. Ayudaba y peleaba con sus hermanos, pero sobre todo los amó. Les dejó recuerdos maravillosos que estoy segura no olvidarán jamás. Ella también fue hija. Tuvo unos increíbles papás que sufrieron con ella, rieron con ella y vivieron con ella tratando de hacer lo mejor para toda la familia. Dos papás que la extrañan, que darían lo que fuera por poder abrazarla o besarla por última vez. Dos papás que nos dan el gran ejemplo de que la vida sigue a pesar del dolor y que el amor es lo mejor que tenemos y lo mejor que les podemos dar a nuestros hijos. Esta santa también fue amiga. Tenía muchísimas amigas, también había gente con la que no se identificaba mucho por su carácter fuerte. Ella decía las cosas tal cual, al pan pan, y al vino vino. Tuvo amigas que la extrañan, que la recuerdan y la recordarán siempre corriendo y gritando por los pasillos del colegio. La próxima vez que pienses en santos, recuerda que ellos están a nuestro alrededor. Mostrándonos que la vida vale la pena a pesar del dolor y del sufrimiento. Que una sonrisa hacia los demás es un pedacito de cielo en la tierra. ¡Gracias a esa santa que me enseñó tantas cosas en tan poco tiempo! A un año de tu partida, sigues y seguirás por siempre entre nosotros. Rocio López & Regina Duarte

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