:: ¿Se vale equivocarnos? ::
Estábamos hace unas semanas en un semáforo en plena hora de tráfico. De repente se escuchó un gran estruendo y segundos después vimos como un coche le pegaba a otro.
Entre el susto y la conmoción del momento logramos ver que los pasajeros de ambos autos estaban bien y, contrario a lo que parecía, el golpe era casi imposible de ver.
El chofer del coche al que habían golpeado se bajó a ver qué había sucedido, con buena actitud y esperando una explicación y/o disculpa.
Lo sorprendente de la situación fue que la persona que había ocasionado el accidente se quedó en su automóvil, con una actitud muy altanera, una sonrisa burlona y sin atender o dar explicación alguna a quien había golpeado...
¡Qué difícil es aceptar cuando nos equivocamos! Nos encanta sentir que hacemos todas las cosas bien y tenemos el control de todo.
El admitir un error es un golpe duro a nuestro orgullo que nos recuerda la realidad: ¡somos humanos con fallas!
En la vida social, en nuestro trabajo, en la familia, con nosotros mismos... En cada aspecto de nuestra realidad se nos presentan decisiones que requieren acciones en las que no siempre tomamos el camino correcto.
Y ni hablemos de admitir equivocaciones con nuestr@ espos@... L@ amamos; sí, de eso no hay duda, pero ¡cómo cuesta ser humildes cuando cometemos errores y es necesario pedir perdón! Cuesta tanto el reconocer que no somos perfectos frente a quien más amamos...
Cuando nos enfrentamos a algún error, podemos incluso optar por esconder la verdad con tal de salir victoriosos. O, peor aún, es posible que lleguemos a un estado de negación que nos impida ver la realidad de esa equivocación.
Llegamos a estos puntos no porque busquemos dañar a otros, sino porque queremos ser los mejores en todo, ser inteligentes, ser personas perfectas...
El perfeccionismo puede ser una virtud al llevarnos a hacer nuestro mejor esfuerzo, pero cuando nos vamos al extremo se convierte en un gran defecto.
¡La buena noticia es que podemos ver nuestros errores como oportunidades de crecimiento!
El ser humildes y sinceros hace que tengamos mejores relaciones con los demás y con nosotros mismos. ¡Aprovechémoslas!
Con los hijos, nos lleva a ganar su respeto y a que aprendan a lidiar con la frustración. Saber que su ejemplo a seguir no es perfecto les enseña que todos estamos en constante crecimiento.
En nuestro matrimonio y relaciones con los demás, evitemos rodeos y usemos las palabras mágicas «Me equivoqué». Decirlas no nos hace menos persona, ¡al contrario! Demuestra nuestra grandeza y madurez.
Y con nosotros mismos, nuestro crítico más severo, entendamos que en nuestra mente vemos el error o la situación mucho peor de lo que es; dejemos a un lado los sentimientos.
La vida es generosa con las oportunidades para crecer, no nos ceguemos ante ellas y pongamos manos a la obra en lugar de recriminarnos, ¡enmendemos errores!
Admitir equivocaciones no quiere decir que nos estamos dando por vencidos... Por el contrario, nos dice que estamos creciendo, que somos inteligentes para admitir errores y lo suficientemente maduros para corregirlos.
Te aseguro que la humildad te llevará a ser más grande y a vivir con más paz de lo que imaginas.
Paola Gutiérrez www.caminandojuntos.net