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:: ¡Vivir en serio! ::


En la fiesta del día de nuestra boda, llegó una pareja a darnos el abrazo y un sobre como regalo. Nos felicitaban y platicaban de uno de nuestros papás como si nos conocieran desde siempre. Una vez que regresaron a su mesa, le pregunté a mi esposo quiénes eran. Para mi sorpresa, ni él ni yo sabíamos de quienes se trataba. Fue en ese momento cuando dimos vuelta al sobre que nos habían entregado y descubrimos que tenía escrito el nombre de unos conocidos que se casaron el mismo día, pero que su fiesta era en el salón de enfrente. Fuimos a su mesa y les explicamos la situación. Lo mejor de todo fue su reacción al darse cuenta de su equivocación. Nos reímos mucho e incluso decidieron quedarse un rato más con nosotros. ¿Por qué nos tomamos todo tan en serio? Sí, somos adultos maduros. Sí, somos papás. Sí, tenemos responsabilidades y debemos ser el ejemplo para muchos. Pero eso no quiere decir que todo tenga que estar planificado, organizado, perfecto, que la palabra «espontáneo» esté fuera de nuestro diccionario... Vivimos buscando la perfección en cada una de nuestras actividades. Nos frustra el que cambien nuestros planes, que tengamos que hacer algo «de última hora». Y lo peligroso de tomar todo tan en serio es que lo verdaderamente importante lo dejamos a un lado. Nos concentramos tanto en no tener errores en las cosas superficiales que se nos va la vida sin darnos el tiempo de calidad con nuestra familia, nos olvidamos de nuestro interior, de formarnos, de seguir creciendo, de hacer que cada minuto cuente. ¿Qué puede pasar si las cosas no salieron tal cual las planeamos? ¿Qué más da si la casa no está perfectamente limpia si significa que tuvimos una tarde de diversión con nuestros hijos? ¿Será tan catastrófico que una tarde no salga de acuerdo al horario? En la vida no todo es blanco o negro. ¡Debemos relajarnos! ¡Vivir en serio! ¡Eso sí debe ser prioridad! Pero seriamente amando, creciendo, ayudando a los demás, valorando y agradeciendo lo que tenemos, disfrutando cada instante. ¡Reírnos más! Entender que somos humanos, que tenemos errores pero que ponemos reírnos de nosotros mismos y volver a la lucha con más fuerzas. Si nos equivocamos, ¡pues aprendimos! No nos reprochemos una y otra vez nuestros errores, saquemos lo positivo de cada situación. No nos creemos problemas en nuestra cabeza. Hacemos tantas suposiciones e inventamos tantas historias que perdemos de vista la realidad. ¡Nos estresamos por cosas que sólo suceden en nuestra mente! No se trata de dejar a un lado nuestras responsabilidades, sino de cambiar nuestra actitud hacia ellas. Nosotros decidimos cómo queremos vivir. ¡Así que hagámoslo! Decidamos ser felices, sacar lo mejor de lo que se nos presenta, ser mejores y, sobretodo, decidamos amar. Paola Gutiérrez www.caminandojuntos.net

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