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:: ¿Boda o matrimonio? ::


Cómo olvidar la emoción de estar planeando nuestra «boda». Esa felicidad al decidir la fecha, al escoger los anillos o esa sensación hermosa que tienes la primera vez que te ves con tu vestido blanco. O el estrés al hacer la lista de invitados, la emoción de decidir el menú o escoger las invitaciones o el color de las flores...

Tantas y tantas decisiones para que todo sea perfecto en «el gran día», ése que será el inicio de nuestro cuento de hadas.

Pero la realidad no es tan sencilla... La «boda» no es tan perfecta como la planeamos y el «matrimonio» tiene muchos altibajos desde que empieza.

Matrimonio... Boda... Dos palabras que muchas veces empleamos como sinónimos sin darnos cuenta, ¡pero que son tan distintas!

Aunque nos cueste creerlo, ¡la boda es fácil! La mayor preocupación es que los detalles sean tal cual los imaginamos. Podemos delegar responsabilidades y contamos con el apoyo de muchas personas que buscan compartir nuestra felicidad.

En ella, nosotros somos el centro de atención. Se trata de un día para recordar, de un gran festejo de nuestro amor. Es una celebración con nuestra familia y amigos.

En las bodas recordamos y celebramos lo mejor del otro y de nosotros mismos. Damos nuestra versión mejorada en todos los aspectos. Nos vemos espectaculares y estamos felices.

Pero el matrimonio es distinto. En él se trata de reconocer y comprender las faltas del otro, de vivir con ellas y con sus debilidades. Y además, debemos aceptar esas fallas y amarlas como una parte de nuestro cónyuge.

Para nuestra boda dedicamos horas y horas a los más mínimos detalles. Pero nos cuesta cuando nos piden un curso prematrimonial de algunas horas como requisito para casarnos porque «no tenemos tiempo».

Nos enfocamos tanto en lo circunstancial que perdemos de vista el gran regalo, y reto, que viene después de la ceremonia.

No importa qué tan distinta sea una boda de otra, en ellas todos buscamos lo mismo: envolvernos en la alegría del momento y declarar ante todos nuestro amor al decir «acepto».

Pero, ¿qué pasa cuando la fiesta termina? ¿Cuando nos quedamos solos con nuestr@ espos@ y comienza la vida real? ¿Cuando estamos juntos «hasta que la muerte nos separe»?

Es ahí cuando necesitamos el compromiso, cuando los sacrificios son parte del día a día, cuando entendemos la verdadera importancia de la comunicación... Cuando nos damos cuenta que si no trabajamos juntos, no conseguiremos nuestro «felices para siempre».

Suena a mucho esfuerzo... Pero podemos encontrar mucha más felicidad en nuestro matrimonio que la que tuvimos el día de nuestra boda.

Luchemos cada día, digamos «aceptó» en los pequeños y grandes retos que se nos presentan.

Busquemos en nosotros amor... Ese amor verdadero que hace que a pesar de los problemas, las crisis y la rutina sigamos igual de comprometidos que cuando empezamos esta aventura.

Recuerda, una gran boda no es garantía de una vida feliz. El amar cada día sin medida es lo que llena nuestra vidas.

Paola Gutiérrez

www.caminandojuntos.net

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